“…huyendo de todo, siempre huyendo – de la policía, de los ejercitos, de los países, incluso de las estructuras anarcosindicalistas…”

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CRÓNICA DE LAS PRESENTACIONES DEL LIBRO “LA CORRIENTE”

De Luis Andrés Edo


Las discusiones y los debates polémicos que tengo con todos los presos políticos de este Penal de Soria quedan reflejados en la temática recogida en mi manuscrito, cuyo contenido se desarrolla en diez capítulos y 250 páginas, con un guión que aborda desde la interpretación libertaria de determinados fenómenos biológicos, como es el “salto a la reflexión”, la crítica al “reflejo condicionado” de Pavlov o la “inhibición” de Freud, hasta un análisis crítico a las estructuras de las organizaciones libertarias de CNT y FAI, pasando por la “cuestión social” y el individuo en el seno del grupo y éste en la sociedad, además sobre las tendencias sociales de la Grecia Antigua, la dialéctica y su “método”, las críticas al economicismo y al historicismo, las críticas al cristianismo y su Iglesia y a Marx y el Estado; y, finalmente, las conclusiones sobre la “Corriente”, sin estructuras, como alternativa libertaria tras unas reflexiones sobre Bakunín y Proudhon.

Este manuscrito fue depositado en París en manos de Octavio Alberola. Ya he dicho en páginas anteriores que no me importaba que no se pudiera publicar. Lo que me importaba es que quedara constancia escrita de todo ello. Era consciente de las dificultades políticas que impedían entonces su publicación, pero era consciente también que la ingente labor de transcripción (se trataba de un texto caligráfico) y la elaboración profesional para su edición no era tan facil, cuando el autor no se hallaba a mano y cuando los que tenían que realizar esa labor estaban en primera línea de la “barricada”.

El manuscrito guardó el “sueño de los justos” durante 34 años y cuando en el 2001, víctima de una grave crisis coronaria tuve que retirarme de la circulación activa, es cuando por fin pude dedicarme plenamente a edicionar el manuscrito.

Tampoco fue facil, pero la ciclópea labor de transcripción de la caligrafía a la pantalla de un ordenador fue posible gracias al sostenido entusiasmo de mi compañera Doris.

Finalmente, el manuscrito publicado en diciembre del 2002, ha producido distintas reseñas, presentaciones y críticas; la primera me la envía Heleno Saña en carta personal (que luego se publicará en Solidaridad Obrera) en la que empieza reconociendo que el contenido del manuscrito rompe con el tratamiento tradicional utilizado en los debates ideológicos, desde un punto de vista anarquista. Por supuesto, no está de acuerdo con todo lo que digo, por ejemplo mis críticas a Aristóteles. Objetivamente, aunque se debe reconocer el gran salto positivo, para el pensamiento del género humano, producido por la aportación de las múltiples tendencias de la Grecia Antigua, alguna crítica me vi obligado a expresar sobre la actitud hegemónica de todas esas tendencias, aceptando el régimen esclavista como un “fenómeno natural”.

En la primera presentación pública del libro, en los locales de la Fundació d’Estudis Llibertaris, en Barcelona, me sorprendió, no sólo la gran cantidad de gente que asistió, sino también la diversidad de esa gente, dentro del múltiple mosaico libertario. En este acto intervenían como ponentes invitados (para cuya invitación yo no intervine para nada, pues corrió a cargo de la Fundació que convocaba), Doris Ensinger y Pep Castells. Doris elaboró una amplia referencia histórica, centrada en la creación literaria de presos ilustres, además de resaltar “la importancia de la creación en la cárcel”. Retuve su evocación a Pierre Kropotkin (anarquista y pensador ruso), que en el famoso penal de San Petersburgo conocido como la fortaleza de Pedro y Pablo, al que el zar, bajo la presión de los intelectuales europeos, le autorizó tinta y pluma para escribir exclusivamente durante las horas de la luz solar. Cuando años más tarde, Kropotkin publicó sus memorias en Londres el zar, a través de sus agentes de la policía secreta, compró toda su edición para impedir su distribución, Doris, en un tono irónico, hace una especie de comparación: “Con Luis Andrés Edo nadie podrá impedir la difusión de su libro, pues, más precavido que Kropotkin, ya lo ha distribuido”.

Lo que más me impresionó de la intervención de Pep Castells es como interpretó mi tesis sobre la dialéctica, referida específicamente a la “confrontación de los contrarios”: el individuo y el grupo. Trasladó esta confrontación al “grupo de afinidad” (que, como se sabe, es la estructura básica de la FAI) y aludiendo a un pasaje en el que indico que “la afinidad del pensamiento en ningún momento implica un acto material asociativo”, Castells me incita a profundizar, por qué el “grupo de afinidad” se transformó en estructura (en este caso de la FAI).

El traslado que hace Pep de “confrontación de los contrarios” que, en el contexto que lo cito tiene un alcance universal, no puede mezclarse con una situación específica, donde se produce una selección, la afinidad, para un fin limitado: la estructura de la FAI. La afinidad no se limita en este caso al pensamiento, sino que se extiende al comportamiento también; mientras que en el caso del pasaje al que alude Castells me refiero a la necesidad de una “opción de corriente sin estructura”, al objeto de intentar evitar la, entonces, represión policial y penal; es decir: un alcance de “variante circunstancial”.

En este tema existen en mi discurso, tres distintivos que responden a tres situaciones distintas que no deben mezclarse:
  1. la “confrontación universal de los contrarios”, individuo-grupo,
  2. grupo de afinidad” como base estructural de la FAI, y
  3. afinidad de pensamiento”, como inclinación para la opción de corriente, sin estructuras.

(En la Historia reciente se han dado dos fenómenos afines a esta inclinación: en 1924, encabezada por André Bretón, el “discurso surrealista”; había discurso, pero no había estructura. En 1957: “el situacionismo”, de Guy Debord, que diez años después iba a protagonizar el Mayo de 1968. Tampoco había estructura pero sí había discurso).
Pero una de las críticas principales de Pep es a mi rechazo a la figura del intelectual (me estoy refiriendo a una figura histórica que se pone al servicio de la burguesía). Una vez más no pueden mezclarse, en el análisis, conceptos heterogéneos, porque como distintivos requieren cada uno de ellos un método diferente de análisis. En efecto, una cosa es la función del intelecto como condición universal del género humano y otra muy distinta, el intelectual “agente histórico” al servicio de la burguesía (por supuesto, que es un fenómeno cambiante que necesita constantemente ser matizado, pero nadie puede negar el importante papel de ese “agente histórico” al servicio del Poder).

Pero todo y siendo suficiente mencionarlo, como obstáculo, hay un añadido también histórico que me impide silenciar ese rol del “agente histórico”. En efecto, allí donde ese agente pasó protagonizando la ilustración, nunca más volvió a crecer la hierba revolucionaria (este fenómeno nos evoca a Atila y su caballo blanco). Sucedió que en estas lides geográficas, la Iglesia y los terratenientes impidieron a la burguesía ejercer y el anarquismo encontró un resquicio por donde colarse para protagonizar primero la alfabetización del movimiento obrero y después su ilustración. Este fenómeno que es el distintivo que marca la diferencia del anarquismo autóctono de estas lides con el anarquismo de otros lugares, que no pudo colarse porque la burguesía y su “agente intelectual” ya se habían aposentado, es un fenómeno que no se puede silenciar porque este distintivo es por lo que se explica el auge del anarquismo aquí. Por supuesto que hubo intelectuales que se integraron en el movimiento anarquista, pero vinieron “parar hacer sus clases”, para aprender antes de enseñar, en igual de condiciones desde el foro de la asamblea. En otras palabras, la hierba creció porque el protagonismo fue encauzado por lo que podíamos llamar el “peonismo ilustrado”.

Porque, claro, alguna vez alguien debería poder explicar como un peón de albañil como yo había podido escribir un libro “científico” como este. Alguien debería decir que Joan Peiró se forma mientras acude cada día a soplar vidrio en la fábrica y se convierte en el sindicalista más competente de este país. Alguien debería explicar como José Peirats se convierte en el Heródoto moderno del movimiento libertario, habiendo iniciado su formación como aprendiz fabricando ladrillos en las bòvilas de Hospitalet.

Se podrían citar una docena más de nombres que han pasado a la Historia por sus aportaciones, como peones ilustrados, al desarrollo del anarcosindicalismo en España. Este fenómeno no podría quedar representado por ellos, por una razón muy simple: el número de autodidactas producido por este Movimiento no se limita a unas cuantas decenas o centenas, sino a miles de peones anónimos.

Así es que no tengo ningún mérito, soy uno de esos miles que únicamente tuvo la fortuna de formarse en la asamblea de la CNT de París, la más importante del Exilio; es decir que estos diez años de asambleismo constituyeron para mí un magisterio: mi universidad.

Pero aún hay más presentaciones, comentarios y críticas de mi manuscrito. Así es, en efecto, quiero resaltar una opinión de mi amigo Adolfo Castaños que con su poético romanticismo me espeta: “Tu libro será leído con mayor interés dentro de cuarenta años, te has adelantado a tu tiempo.” Me pregunto si esos cuarenta años se referían desde cuando el libro se publicó, pues se escribió cuarenta años antes...

Esta presentación se hizo en el Ateneo Libertario del Barrio Chino de Barcelona, a cargo de Juan Luis Colorado como ponente. Era la primera vez que la presentación del libro se hacía fuera de la sede de la FELLA, significaba una especie de test, para un público, aunque afín, distinto. Se originó una interesante discusión en torno al concepto de la libertad, a propósito de la intervención de un asistente. Lo que me dio pie para señalar que precisamente este aspecto de la libertad se empezaba a abordar desde el origen del libro. En efecto, con el “salto a la reflexión”, se rompe con el proceso de “determinismo exclusivo”, lo que permite empezar a poder pensar en la libertad.

Unos meses después, cuando mi salud me permitió viajar, mi libro se presentó en el Ateneo de Madrid por Joaquín Rodríguez Suárez y Ángel Espinosa. Joaquín Rodríguez ya había publicado una magnífica reseña en el “BICEL” (boletín interno de la FAL – Fundación Anselmo Lorenzo de Madrid). Siempre que recuerdo a este Joaquín criminalista profesional, mi mente evoca una figura señera del mejor jurista que ha tenido la CNT en su historia, defensor en los más sonados juicios que entre los años veinte y treinta tuvieron sus militantes. Me estoy refiriendo a Eduardo Barriobero, abogado (que designado por la CNT de Cataluña, se convertiría, después del 19 de julio de 1936, en el Presidente del primer Tribunal Popular Revolucionario creado en Barcelona). En un folleto escrito por Barriobero en 1938 (el primer abogado ejecutado por el franquismo en el Campo de la Bota en Barcelona, el 11 de febrero de 1939) hay una frase que me ha quedado grabada en mi mente y que refleja el grado de entrega a la CNT de Barriobero: “Cuando la CNT me llamaba, yo acudía a botasilla”. Esta frase siempre la he recordado cuando acudíamos a Joaquín Rodríguez en petición de ayuda para la situación de los presos (una vez le llamé por teléfono desde el Comité pro Presos de la CNT de Cataluña: “Mira, Joaquín, han conducido cuasi clandestinamente a José Cuevas (acusado y condenado por el caso Scala) al “Telón de Acero” del Penal del Puerto de Santamaría, no sabemos qué hacer”. Me contesta: “Yo mismo me desplazo y le saco de ahí.” Así fue, “acudió a botasilla”. Y pudimos “rescatar” a Cuevas. Pero éste no es más que un caso anecdótico, la disponibilidad de Joaquín para la ayuda a los presos ha sido constante durante muchos años. Fue también uno de los criminalistas que más se preocupó de la situación judicial y penal de los objetores de conciencia, antes de obtener el estatuto.

Éste es el perfil de un moderno criminalista de excepción; pero Joaquín Rodríguez, por encima de su profesión, tiene otro perfil humano y humanista que, en el contexto de presos, resiste sin ningún género de dudas, la comparación con aquel Gigante llamado el “Ángel Rojo”: Melchor Rodríguez.

Cito todo esto porque en el planteamiento temático que Joaquín hace de mi libro critica un aspecto aparentemente estructural en el que citando a una serie de criminales de guerra, genocidas, me dice: “Cómo diablos vamos a enfrentarnos a ellos sin una potente organización?” En directa referencia a mi propuesta de la “opción de corriente sin estructuras”. Ya he contestado a esta crítica. En el contexto que hago esa propuesta ésta tiene un alcance de “variante”, y Joaquín la ha entendido como “constante”. Pero la observación crítica que me hace tiene un fondo y un trasfondo, a los que en la historia del anarquismo militante no se ha contestado aún. En efecto, la respuesta al aspecto estructural es fácil, pero el fondo y trasfondo que encierra su planteamiento merece otra réplica que contemple la aportación universal del anarquismo al pensamiento del género humano, porque, claro, en este planteamiento estamos entrando en un concepto de evolución colectiva, es decir, de resultados mediatos, del problema y no de finalidades inmediatas como debe desprenderse de la estructura organicista. Es éste un tema que merece un tratamiento exhaustivo que desborda el marco de estas memorias: la influencia universal del pensamiento anarquista.

Otro de los presentadores del libro en el Ateneo de Madrid fue Ángel Espinosa (ex secretario general de la AIT, de trayectoria militante muy conocida, lo que me ahorra de hablar de su historia). Hizo una larga intervención al añadir al tema una referencia a unas actividades que ambos conocemos muy bien: nuestra lucha por la recuperación de los archivos de la CNT, tanto los de Ámsterdam como los de Salamanca.

Excelente conferenciante, Espinosa se explayó ampliamente sobre todos los capítulos del libro; pero hizo hincapié no sólo en las condiciones en que fue escrito (en clara referencia a la clandestinidad que imponía la cárcel para esta labor), sino sobre todo en la época ha sido escrito el libro, es decir, muy lejos ya de la primera posguerra (la década de los años cuarenta) en el que el discurso teórico del anarquismo aún no se había perdido de la memoria popular, y muy lejos aún de la transición en que ese mismo discurso había ya desaparecido de esa memoria. En esa época del silencio olímpico del discurso teórico (la década de los años sesenta) en España, su publicación, me han confesado algunos, (como libro clandestino) hubiera sido de enorme utilidad para las jóvenes generaciones de entonces: hubieran descubierto el discurso.

Pero hubo una presentación muy especial en Valencia. Se trataba de unas jornadas, de dos o tres semanas de duración, organizadas por la Federación Local de la CNT en cuyo segundo acto me invitaron a presentar mi libro. Se me ocurrió una “idea genial”. ¿Por qué -les propuse a los organizadores- no invitáis como ponente a un profesor de antropología de la Universidad de Valencia, un anarquista que anda “perdido” por ahí? Dicho y hecho, el profesor aceptó. Éste no era otro que Floreal Palanca, un gran amigo, excelente compañero, polémico antropólogo, con el que vengo discutiendo “compulsivamente”, desde hace varios años, siempre que nos vemos. Ya habíamos invitado a Floreal en una ocasión a Barcelona (a la Fundació d’Estudis Llibertaris) para que nos hablara del famoso proceso en Argentina (en la década de los años veinte) de “Los Presos de Bragado”. Un proceso en Argentina equiparable al juicio de Sacco y Vanzetti. Y ya en otra ocasión, Floreal había sido invitado por la FL de Madrid de la CNT, para participar como ponente en un debate sobre Cappelleti, anarquista y teórico argentino. En ambas ocasiones (a las que yo había asistido) Floreal se “destapaba” como un gran conocedor de la Historia, no sólo del movimiento sudamericano, sino también del movimiento internacional y europeo, incluido el español.

Floreal Palanca nace en Montpellier, Francia, en 1945, de padres exiliados en 1939, ambos militantes de la CNT. Como refugiados políticos, la familia llega a Buenos Aires en 1951, donde Floreal crecerá y se formará en su trayectoria anarquista. Se licenciará en antropología en la Universidad de Buenos Aires.

Ya fallecido su padre, Floreal viajará a España (junto con su madre y compañera) al implantarse la democracia y se instalará en Valencia donde obtiene trabajo como profesor en la universidad.

Yo le había enviado mi libro porque estaba seguro de que le interesaría. Floreal ya me había advertido que la lectura de mi libro tenía que ser muy pausada, porque su contenido exigía una profunda reflexión. Con estos indicios yo ya sabía que la “polémica estaba servida”. Es decir, cuando propuse que invitaran al Floreal, sabía que iba a convertirse en la primera presentación con un “discurso científico”, pues se trataba de alguien con una formación científica que mantenía un discurso opuesto a la ciencia oficial, como obviamente se comprende por su condición de anarquista. Y aunque el libro mantiene en todo momento una crítica radical a lo establecido, contempla, en cambio, el análisis (por supuesto, polémico) de algunas “categorías” que son olímpicamente desdeñadas por el discurso teórico-histórico del anarquismo. Y es aquí, en esta “celada” donde él “antropólogo” iba a centrar su presentación.

Floreal se explayó dándonos una auténtica clase de los efectos negativos del “discurso biológico” utilizado al servicio del Poder. Los planteamientos sobre el ADN, sobre el genoma, son para Floreal “música celestial”, con la que el Poder nos está dominando. La batalla el anarquismo debe darla a través de la cultura.

Tengo que decir que era un poco abusivo catalogar el libro de un “discurso biológico”. Yo hacía únicamente una referencia biológica del “salto a la reflexión” a través de un proceso que los especialistas llaman de “complejización”, y desde ahí dar un salto a la “cuestión social”. Por lo que me parece abusivo catalogar este método de “discurso biológico”.

Pero quiero señalar porqué utilicé dicha referencia. Por una razón muy simple, aunque fundamental: para cortar el más mínimo resquicio por el que se nos introducen los discursos teológicos. Pero de cualquier forma el acto no dejó de ser interesante: por primera vez el libro era sometido a una crítica científica.

Sin embargo, me faltaba probar en otro espacio, totalmente distinto a los anteriores, si el libro podía ser entendido. Es por lo que acepté con gran satisfacción la invitación de los “Okupas de Can Vías” (del barrio de Sants de Barcelona).

Naturalmente, la clave cientifista había que olvidarla aquí, pensé; pero pude comprobar que no era tan seguro, pues percibí que aquel grupo de 50 o 60 jóvenes estaba muy preparado para asimilar aquellos textos. Pero además existía otra incógnita, que, sin duda, se iba a manifestar en el acto; sin estar muy convencido de poder franquear el obstáculo: la influencia evidente del nacionalismo (en este caso catalán). Creo que pude superar las dos incógnitas que señalo, sacando a relucir como un “peón ilustrado” como yo había podido escribir un libro como este; o como un ex reo, sometido a un Consejo de Guerra de un Tribunal Militar, en Sumarísimo de Urgencias (lo que abría la perspectiva de la “pena capital”) por “Bandidaje y Terrorismo”, era capaz de articular en un libro teórico reflexiones de esa profundidad.

Expliqué cual había sido mi “universidad”: el asambleismo (durante diez años en aquella asamblea en mi exilio de París) de CNT y las JJLL. Y les cité un fenómeno curioso que coincidió con el método que Pitágoras aplicaba a sus discípulos: éstos durante los tres primeros cursos no hablaban, sólo aprendían a escuchar. Cuando descubrí esto, quedé muy sorprendido, lo mismo me había ocurrido a mí en aquella histórica asamblea de París: durante los tres primeros años me habían enseñado a escuchar (ojo, voluntariamente, no a aceptar todo, sino saber discernir sobre lo que se escuchaba). En definitiva, lo que me interesaba de ellos, de estos Okupas, es que fueran Asamblearios. Ése es el método utilizado por los anarquistas...

No sé si mi amigo Adolfo Castaños tendrá razón, con su vaticinio sobre mi libro para dentro de cuarenta años. Yo no lo espero. Lo que espero desde ya es que mi libro contribuya a romper la invariancia del discurso del anarquismo, mantenido incólume desde el siglo XIX, como éste fue capaz de romper entonces con la invariancia del pensamiento político..., incólume durante milenios.



PRESENTACIÓN DE "UNIQUES Poemas"


Quiero que con nuestros recuerdos hagamos justicia a los muertos, quiero que sus mensajes no se olviden ni se falsifiquen. Nosotros, los que vivimos, tenemos que aprender de ellos.” Estas palabras de un escritor alemán nos pueden servir como ‘leitmotiv’ para la presentación del libro “UNIQUES Poemas” entendiendo “uniques” en el doble sentido de la palabra: De su autor, Josep Domènech y Avellanet, existen solo las 28 poesías reunidas en este libro pero, además, su contenido extraordinario y las circunstancias excepcionales en que fueron escritas, las hacen realmente únicas. Único también es la palabra que debemos aplicar al nacimiento de este libro y única es, finalmente, la actuación de su editora, Natalia.

Las 28 poesías llevan al lector a un tiempo y un espacio determinados -el período y el lugar en que fueron creados-, no obstante, mucha de ellas no han perdido su validez a pesar del tiempo transcurrido. El tiempo son los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, los años difíciles de la represión, de la miseria, y el espacio es Barcelona, y en concreto la cárcel Modelo.

Ahí se encontraba Domènech afrontándose a sus opresores y rebelándose contra su destino. Aislado de su entorno habitual, amenazado con una pena brutal, sentía una necesidad especial de comunicarse. Además, en los regimenes fascistas y totalitarios, la cárcel y el campo de concentración no sólo sirven para recluir al enemigo; están ideados para eliminar al prisionero, antes de la aniquilación física muchas veces está la aniquilación psíquica y mental del preso para demostrarle así el control y el poder absoluto que el opresor ejerce sobre él y doblegar y humillar así aún más al preso. Poco o nada puede hacer el individuo para esquivar su aniquilación física y oponerse a este poder absoluto. Pero hará lo posible para mantener su integridad y su personalidad, para salvaguardar su dignidad humana y su autoestima, para que el alma no se sienta rendida. Lo que los carceleros no pueden dominar y controlar, es la vida interna, los pensamientos y sentimientos; ahí el preso puede crear un espacio libre, intocable e impenetrable que está protegido contra las agresiones y la violencia. Este espacio le permite dejarse llevar hacia las personas queridas, comunicar con ellas, llenar su existencia con ilusiones, imaginarse su futuro.

Doménech no sólo creó este espacio de ‘auto-comunicación’ interior que le dejó crear su propio mundo; tuvo un cartapacio y un lápiz que le hicieron posible plasmar en el papel sus pensamientos y sentimientos. La vocación que sentía por la escritura y su deseo de dedicarse a ella después de salir de la cárcel, le llevaron a expresar en el papel lo que le estaba pasando por la mente. Y así nació su legado, las 28 poesías. En ellas nos habla de lo que siente y ve y se imagina. Sus pensamientos pasan los muros, quieren ir lejos con el viento, quieren correr y volar hacia el mar, el río, el viejo puente. Y tal como él se dejó llevar más allá de los muros, nosotros, leyendo sus poesías, nos metemos en su celda, en el rinconcito de su cárcel, donde compartimos con él las tardes tristes y sin sol, las noches largas, los días interminables; vemos este trocito de cielo, la luna, las estrellas a través de las rejas; sentimos con él sus altibajos anímicos, sus alegrías y esperanza, su tristeza y desesperación … hasta aquel 26 de junio de 1942 cuando en el amanecer llegan los verdugos, cuando queda truncada este vida joven y con ella un sueño, una vida en común.

La presentación de este libro significa inevitablemente un homenaje, un homenaje a dos personas: por un lado, a Doménech “…, un dels molts als que no deixaran viure”; y, por otro lado, a Natalia, que fue su compañera en aquellos tiempos difíciles, su apoyo, su horizonte. Es la mujer que compartió con él este sueño breve y que junto a él había imaginado un futuro común.

Arrancaron cruelmente el ser querido a Natalia, pero esta herida profunda que la infligieron no pudo arrancar ni sus sentimientos ni su increíble fuerza, gracias a los cuales las huellas de Domènech no fueron borrados y sus poesías no cayeron en el olvido. Gracias a ella llegamos a conocer a una persona que no era un héroe, pero uno de los muchos “de abajo” que siempre tienen que pagar por lo que los “de arriba” hacen. Podemos aprender muchísimo de personas como Natalia y Doménech y los miles de anónimos que padecieron la misma suerte. Podemos aprender de esta perseverancia, que no era otra cosa que amor y fidelidad por una persona con la que había vivido meses de felicidad que ni los muros de la Modelo podía detener. La profunda herida que la infligieron, su insistencia y su amor contribuyeron a que su historia y la d’en Domènech se conociera finalmente y la pudiéramos leer ahora a través de estas poesías.

Doris Ensinger
Barcelona, diciembre 1996